Escuchaba las puertas del ascensor cerrarse y abrirse, lenta y rápidamente. Sentía el dolor en las piernas, mis zapatos estaban rotos, me había movido demasiado en toda la mañana. Tenia hambre, tenia sed, la comida me rodeaba, el agua estaba cerca, pero no tenia tiempo de beber ni de comer. Tenia que trabajar. Olía a cualquier cantidad de marcas de limpiadores por todo mi cuerpo, estaba en una ducha limpiando el vidrio, limpiándolo por milésima vez, porque no sabia limpiar vidrios pero había visto tutoriales en YouTube toda la noche, aprendí a tender camas por una española que subió todo un curso de Hotelería en YouTube, y se lo agradezco en el alma, porque necesitaba un trabajo con urgencia, lo conseguí, pero me sangraban los dedos, trabajaba varias horas sin descanso y me iba a pie a casa, casi sin respirar por el frío, casi al borde de desmayarme por el hambre. Frotaba el vidrio con la esponja pensando que con el dinero me podía comprar pinceles, colores, libros, películas, y me sonreía a mi misma de las ansias, de las ganas que tenía de tener lo que necesitaba para pintar, para hacer lo que queria, para trabajar diseñando, para crear, se me humedecian los labios cuando sonreía para mi, cuando recordaba que de niña me había prometido conseguir todo los que mis papás no podían comprarme o no quisieron darme, o olvidaron comprarme, entré a trabajar balbuceando en francés, porque me fui sin dinero, me fui con un pedazo de sueño que no me habían arrebatado y las ganas de toda la vida de irme de ese país de mierda. Me limpiaba el sudor, abría puerta tras puerta, alcoba tras alcoba, me ponían a correr para hacer más, porque era más joven que las otras, abría y cerraba puertas, decía que si a todo, sonreía, porque siempre he tenido en la mente, que a los demás les da más rabia verte feliz. Nunca me queje de nada, me encantaba estar en Francia siempre lo he agradecido desde que llegué esa noche. Francia me salvó de un futuro de mierda. Cambiaba las sábanas con los dedos destrozados, los cocineros nos daban comida Gourmet porque mi amiga y yo éramos unas niñitas hambrientas con una labor tremendamente dura, el chef me miraba con una ternura cuando me regalaba todos esos postres al final del dia. Yo no tenía nada. Nada más que el valor para seguir dia tras dia, todos los que trabajaban me aconsejaban pero muchas veces no entendía, yo solo sonreía, hacía todo bien, y me iba completamente destruida. El desván donde nos cambiábamos era bastante frío, yo dormía un poco cuando acabábamos la jornada, tenía que caminar catorce kilómetros hasta mi casa, y nunca me desmayé. Yo soñaba con exposiciones de arte, con poder entrar a los museos, con pintar en los parques, con logros internacionales, con discursos sobre el progreso, con ayudar a la india, con ayudar en el barrio donde crecí, con el rostro de mi abuela diciéndome que no me diera por vencida, con aprender bien francés, con viajar, con mis hijos, con mi casa, la mía, con pintar los muros, con construirla poco a poco, con un taller de arte con el que soñé desde niña. Con el hombre de mi vida que llegaría tan tarde... y no podría salvarme de todo este derrumbe de esperanzas, yo caminaba sola entre un montón de personas a veces hasta con los ojos cerrados, soñando.