Estábamos corriendo, yo luchaba contra el viento que me golpeaba las piernas, los labios y el corazón. Nos habíamos desviado del camino, no nos dimos cuenta que el puente levadizo cerraba a las 5:00 de la tarde. Corrimos. Teníamos que correr. Yo sentía como me quedaba sin aire. Pero el paisaje era como un sueño, como si alguien nos estuviera soñando. El cielo se apagaba como un oleo, el frio era cortante, había un museo de estrellas cubriéndonos como una sabana durante todo el camino en medio de una carretera construida sobre el mar y se escuchaban los flamencos cantar. Yo no podía imaginarme algo mejor, solo verte a ti a mi lado corriendo desesperados por llegar al auto para resguardarnos del frío. Mientras corría, aparecían otros hombres en mi mente pero se desvanecían uno a uno, salvo tú. Tú, que estabas fijo en mi memoria como una piedra incrustada en una cascada, tú eras con seguridad mi deseo más profundo fuera a donde fuera.