Había sentido muchas veces que estaba perdida. Yo me sentaba en las ventanas a pensar, me sentía lejos, me sentía aislada como en una prisión, todo el tiempo me sentía muy, muy, lejos. Pase de las ventanas de mi casa, a las ventanas del auto, de las ventanas del auto a las ventanas del colegio, de las ventanas del colegio, a las ventanas de mi abuela, de las ventanas de mi abuela, a las ventanas de la biblioteca, de las ventanas de la biblioteca, a las ventanas de los bancos, de las ventanas de los bancos a las ventanas de las universidades, de las ventanas de las universidades a las ventanas de los aeropuertos y de las ventanas de los aeropuertos a los puentes. En las ventanas se podían ver las vidas de todos y los atardeceres, los amaneceres, ambos juntos me acercaban a un lugar desconocido. A un lugar abandonado en mis memorias del que quedaban solo ruinas. Los libros viejos que encontraba sobre historia, y en los que pasaba la mayor parte del tiempo buscando el país donde estaba, me hacían preguntarme ¿Dónde están esos lugares en donde las personas escriben, leen, pintan, inventan y construyen todas esas cosas asombrosas que nosotros no inventamos? Desde niña ese sentimiento nunca desapareció, era tan concreto y tan abstracto al mismo tiempo, como ver una espada clavada en una piedra. Yo estaba lejos de saber a esa edad, porque Colombia no se escribía en los libros de historia del mundo.
Recuerdo la frustración que sentía al subirme al bus para volver a casa. Recuerdo las veces que corría, porque no estaba segura si en la próxima calle me podrían robar, recuerdo las calles oscuras con postes viejos siempre a punto de apagarse, recuerdo a los vendedores y los vagabundos timbrando en la puerta con las manos sucias, recuerdo los hospitales en la noches sin nada más que esperanza de los oratorios y las flores, recuerdo a mi abuela diciéndome "en ese hospital no había ni una sola silla de ruedas, tengo que regalarles una" Colombia esta llena de dolor, de miseria, y de miedo. Una mezcla muy mala para niños y niñas que son violados todos los días en ese y otros del tercer mundo, también el hambre que les muerde los dedos de los pies como ratas en la noche. De gente que le tiene envidia a los privilegiados porque tienen cien oportunidades y ellos ninguna, de gente frustrada porque se les dio una oportunidad y fallaron. He visto milagros y he visto desgracias. Mis ojos han visto tanto, han visto cosas que ninguno de ustedes creería y han creado cosas que ustedes jamás podrían ver. Porque viví mucho más en las noches que en los días, mi vida son ruinas y un desierto en el que caminé muchos años perdida y cansada, pero en esas ruinas, sobre ese desierto construiré un templo, y lo elevaré lo más alto que pueda. A mis hijos les ofrezco este regalo, y el primer atardecer que veamos juntos.
A mis hijos que serán europeos y que crecerán con historias celtas, con las leyendas que leerán de Grecia y Egipto. Que tendrán a más de un país acurrucado como un gato a sus pies solo al escucharlos hablar su lengua materna. A mis hijos que verán la luna de dia y el sol en la noche. Ellos jamás entenderán que es ser parte de los ignorados del mundo, no sabrán que es vivir en los suburbios del planeta. No podran imaginar lo que es no ser nadie, ni importarle a nadie. Pero los europeos pagan un precio por mantenerse a la cabeza, y no es un precio en oro, los niños y niñas son educados para servir a sus países, la infancia es sin duda un periodo muy corto, a los niños se les trata como adultos porque es así como la Unión Europea avanza, y aseguran el bienestar de las próximas generaciones. Su prioridad son ellos mismos, por su puesto. Por tanto a los jóvenes se les trata como sirvientes en los trabajos (no importa cual sea) mientras aprenden cuál es su posición, y aprenden que son ellos lo que se tienen que adaptar al mundo y no el mundo el que se tiene que adaptar a ellos. Es una tarea que Europa se sabe de memoria. Un sacrificio que han sabido mantener con el pasar de los siglos desde las guerras de Julio César, donde fue el fin de la cultura céltica, los europeos saben que hay que estar siempre preparados porque siempre existe la posibilidad de ser invadidos. Saben que deben mandar a sus hijos a la guerra como se escribió la ley y no la evaden porque es siempre su futuro lo que está en juego. Este continente expone a sus hijos mucho más fácilmente a los dolores de la adultez, porque entre más pronto mejor. Esto trae como regalo la independencia Europea y al ser el territorio tan grande, los jóvenes aprenden a viajar con facilidad y a comprender diferentes lenguas desde la niñez.
Europa una vez más se levanta, y se erige como un continente fuerte con todos sus errores, su pesada historia y lleva en los brazos el pasado del mundo, pero también lleva el futuro. Un futuro que empieza horas antes de que amanezca.