-Mi padre, se ha ido, quiso pasar por el Museo para ver la exposición de los gladiadores romanos que desarrollé hace once meses-susurró Ana al juez de la corte imperial. Ella estaba preocupada por el inminente retraso de Alejandro, pero se mantenía firme, serena, en medio del mar de miradas dudosas que la rodeaban esperando una respuesta que ella no tenía.
La fiesta del té, no era sino un encuentro de copas llenas de champagna para anunciar el compromiso oficial de la unión entre la emperatriz y Alejandro. Pero la ausencia de Alejandro iba a traer serias dudas sobre la estabilidad de la relación para todos los que conformaban la corte y el parlamento. Era un tremendo error que él no se presentase a su propia ceremonia de aceptación, ni ante los otros poderes del imperio, había insultado no solo a la familia imperial, sino a los jueces, jurados, políticos, lideres, soldados y hasta los sirvientes que trabajaban en palacio. Todos se sentían ofendidos en el interior por su ausencia, sobre todo, porque Ana era la imagen de la seguridad y la protección del imperio, y él la había humillado con una ausencia injustificada. Los sirvientes sentían dudas de si tal ves Alejandro podría manipular o persuadir a Ana desde antes del compromiso, y ese día comenzaron a crearse las más fuertes teorías conspirativas en la cocina del palacio.
Mientras tanto en el Museo de Arte de Séneca, el antiguo emperador subía a su auto abotonándose su saco gris, y despidiéndose del director que cerraba de un solo golpe, la puerta de la limusina negra. El chófer se puso en marcha hacia el palacio imperial.
-Señor, no retrasara todavía más a Alejandro que deba limpiar todo el suelo del salón tan solo con un balde de agua enjabonada y una toalla -dijo Arthur mirándolo y colocándose los guantes negros para soportar el frío.
-Ciertamente, pero debe hacerse responsable de sus malas decisiones, ¿si no? ¿entonces en realidad Ana se casa con hombre? ¿o con un niño?-suspiró profundamente- Arthur mi preocupación y la de cualquier padre o madre, es la mentalidad de los hombres jóvenes, porque fui joven, y puedo decir profundamente decepcionado, y sin temor a equivocarme, que esta generación es débil, sabe usted lo inconcebible que es para mi descubrir que los hombres jóvenes están todos llenos de miedos y de celos. Solo verlos luchar me daba lástima, se golpeaban a matar, pero no había un solo golpe lleno de valor. Estaban desesperados por sacar todo el miedo que escondían por dentro. Miedo de no ser capaces de vencerse el uno al otro hoy. Miedo, de no poder vencerse el uno al otro, en el futuro.
Arthur lo miraba sorprendido guardando silencio. El antiguo emperador suspiró, miraba a través de la ventana la nieve caer sobre la carretera. Se apoyó contra la ventana de la limosna, puso su muñeca en su barbilla, y continuaba mirando los pinos cubiertos de nieve que el auto dejaba atrás.
-Cuando yo me casé estaba seguro de que ella era para mí, Alice, era, la mujer más inteligente y sonriente que yo pude conocer en el bosque de los arándanos en las montañas en Suiza, fue la onceava esposa que tuve, claro por obligación de la corte y el respeto a las leyes del imperio de mantener en funcionamiento el harem, me hice siempre responsable de las antiguas tradiciones del palacio como muchos emperadores antes de mi, pero desde la llegada de Alice, algo dentro de mi cambio, fuimos inseparables, no necesite pasar diez años a su lado para conocerla bien (risas) siento que la reconocí desde que pasamos unas once horas hablando en ese bosque, solos, sin callarnos, ¡éramos unos parlanchines insoportables! (risas) creo que Ana a heredado algo de ese viejo hábito que juntos compartimos, no podiamos callarnos si estábamos uno cerca del otro, nunca nos aburrimos de escuchar lo que el otro tenia que decir, estuviéramos de acuerdo o no, eso no nos importaba tanto, asi mismo hubiera podido reconocerla en medio de una multitud de mujeres hermosas, ella hubiera llamado mi atención indudablemente. Con el tiempo deje de repartir mi atención equitativamente entre mis otras esposas y Alice pasó a ser mi favorita no solo de nombre Arthur...-dijo el antiguo emperador levantando la mirada para colocarse los anteojos que había sacado del bolsillo.
-Ella escuchaba conversaciones de la corte que eran solo para mí, y conversaciones privadas con los monarcas del sur, escondida claro en los pasadizos secretos de las paredes del palacio imperial, yo sé los enseñé todos, siempre la mantuve informada de lo que acontecía en la política exterior del imperio, era una mujer brillante, ¡que buena estratega de guerra hubiera sido! siempre se lo dije...-dijo bajando la mirada con ternura, para frotarse las manos por el frío.
Arthur, mantenía el protocolo y lo miraba intrigado, muy pocas veces el antiguo emperador hablaba de Alice Wineblanc, pero Arthur entendió que el matrimonio de Ana era un tema que revivía en él un río de emociones entrañablemente familiares y conmovedoras.
-...Una vez, mi primera esposa trato de culparla del robo de uno de sus collares de perlas, el collar se había extraviado, Alice no lo había robado, solo quería inculparla injustamente, lo supe porque fui yo quien encontró el collar oculto en un bolso bajo la cama, ni siquiera recuerdo su nombre (risas) Después de eso en cada viaje le traía collares mucho más lujosos a Alice que a las demás, (risas) porque para colmo de males los regalos de otras de mis esposas eran escogidos por los guardias de seguridad imperial, ¿se imagina usted yo, recordando aniversarios? ¡Era pésimo! (risas)-dijo el antiguo emperador dibujando una sonrisa y mirando su reloj.
-...Alice fue mi favorita, jamás permití que otra de mis esposas pudiera igualarsele o hacerle daño, eso nunca bajo ningún pretexto, las otras eran esposas solo de título..-dijo el antiguo emperador con un tono de seriedad y frialdad. Continuo-..Eran úteros que yo tenía que llenar, nada más...(suspiró)-terminó, y continuó otra vez mirando seriamente hacia la ventana del auto.
-...Alice siempre tenía más, más de mi atención, más de mi tiempo, más regalos, más peleas (risas) adoraba comprarle vestidos, siempre fue ese mi regalo favorito, le encantaban. ¡Ella nunca me daba nada! ¡porque yo siempre lo tuve todo! (risas) (suspiró) Siempre hay un favorito Arthur, en todo. No se puede amar a todos de la misma manera, a mis hijos los amo, y los amaré siempre, pero Ana es mi favorita entre todos. Sin lugar a dudas...me estaría mintiendo a mi mismo si no aceptará esa verdad, es la verdad que yo mismo conozco, porque es la mía, es la que más tiempo ha vivido dentro de mi durante el pasar de estos años. -dijo el antiguo emperador dirigiéndole la mirada a Arthur.
-Cuando el harem se convirtió en una guardería en noviembre de aquellos años, yo solo esperaba que Alice pudiera concebir, evidentemente con una preocupación mayor, nunca supimos porqué fue tan difícil que quedara embarazada, los médicos no acertaban con el problema, así que se nos ocurrió en medio del desasosiego viajar al bosque de los arándanos donde nos habíamos conocido y quedarnos allí hasta que ella estuviera en cinta, y así pasó, una niña. Una niña preciosa, que malcriamos juntos (risas)-dijo el antiguo emperador nostálgicamente.
-¿Cómo veía usted a Ana de niña su majestad?-dijo Arthur con suavidad y curiosidad.
-Arthur, desde muy pequeña Ana fue diferente, hacia cosas asombrosas sin que nadie se diera cuenta, o tal vez, todo lo que ella hacía me parecía asombroso, solía atrapar a los pajarillos del jardín, y los llevaba a dormir a su cuarto, los alimentaba hasta que volaban, una mañana encontramos más de once revoloteando en el techo de su habitación (risas) por supuesto los liberamos, Alice le pregunto porque los tenía allí, y ella le contesto "porque quiero que me enseñen a volar, pero todavía no se lo que me dicen"-dijo el antiguo emperador mirando a Arthur con una pequeña sonrisa entre sus viejas arrugas.
Continuo -Ana no tenía que competir con sus otros hermanos por atención, era muy lista, cuando yo regresaba de cada una de las guerras del sur, mi hijita se escondía en el asiento trasero del auto que me recogía del aeropuerto, para llevarme al palacio imperial, siempre era la primera en recibirme, se le escapaba a Alice de los brazos con una facilidad impresionante, era difícil tenerla en un solo sitio. Cuando Alice murió, me hizo prometerle que iba a cuidar de todos mis hijos, que la visitara en su tumba en primavera y que si encontraba a alguien más, me volviera a casar. (Suspiro) ...Nadie pudo consolarme después de eso, ver a Ana me dolía profundamente, tenía el mismo cabello blanco que su madre, y eso era suficiente para sumergirme en la tristeza más amarga, no sé como explicarle a usted Arthur mi dolor, porque es algo que, solo puedo entender yo, adapte todo para que Ana pudiera estar en el poder, como alguna vez lo habíamos pensado antes de que naciera, era la mejor forma de protegerla, la hice sucesora directa aunque no lo fuera, cambié leyes, y modifiqué a la corte. Un trabajo de once años, después cuando abdique, decidí marcharme al bosque de los arándanos con la tribu que controlaba esas montañas. No quise seguir aquí.-termino el antiguo emperador Issa, observando el palacio por la ventana del auto. El chófer anunció que habían llegado, ahora estaban de vuelta para continuar la fiesta de te.
Los guardias abrieron las puertas de la limosna para que el antiguo emperador pudiera entrar. Issa se colocó su sombrero, se puso en pie, saludo a los dos guardias que le hicieron una reverencia precisa y respetuosa, miró a Arthur. Arthur se acercó a él, y comenzaron a subir las escaleras al mismo tiempo.
-¿Su majestad, cree usted que ellos alcanzaran a llegar con este clima?
-Por supuesto-dijo el antiguo emperador mirando el cielo.
-¿Y quien de los dos llegara primero?
-Bueno Arthur, esperemos que sea el favorito de Ana, porque sino tal vez habría que reconsiderar el nombre escrito en el acta matrimonial.-dijo el antiguo emperador con las manos en los bolsillos.
-¿Está usted tan seguro de que siempre hay un favorito su majestad?
-Siempre Arthur, todos tenemos un favorito, ¿dígame y el suyo?-dijo el antiguo emperador mirándolo alegremente, cuando caminaban por la alfombra al entrar por la puerta principal. Arthur sonrió sorprendido, sin duda, Issa no era un emperador ordinario.