-Parece que va a llover... esta haciendo brisa de lluvia.-dijo Arthur cerrando la puerta suavemente, saliendo al jardín y bajando las escaleras despacio, acercándose a los pinos más verdes, lejos de las paredes de mármol antiguas siempre cubiertas por las enredaderas rojizas de hojas de maple.
-Las personas a mi no me gustan son igual de molestas que los mosquitos durante la noche Ana-contestó Alejandro moviendo su alfil negro mientras que la brisa hacía temblar el tablero de ajedrez otra vez.
-...Me gustan tus rizos, me gusta olerte el cabello mientras me acaricias la espalda...-dijo Ana sin seguir el hilo de la conversación. Le encantaba ponerlo a prueba. Le encantaban sus gestos espontáneos con preguntas indiscretas en momentos en donde ella deseaba que él no fingiera tanta cortesía y protocolo, como lo solía hacer siempre en sus partidas de ajedrez, él tenia una reputacion intachable. Pero un hombre de tantos secretos, la miraba intrigado.
-Doña Ana, discúlpeme, hay alguien que desea verle con urgencia, y señor Alejandro, lamento interrumpir su partida- Susurró Arthur acercándose por la espalda a Ana y mirando directamente a Alejandro con sus ojos azules turquesas, propios de la región de los alpes.
-¿Quién?-preguntó Ana inmediatamente dejando la reina blanca en su lugar.
-Yo no necesito anunciarme my lady usted me recuerda bastante bien y sabe quién soy -respondió una voz dulce, atractiva, manipuladora y suspicaz. Como un gato al que le brillan los ojos oculto en los arbustos, Andros descendió las escaleras sin quitarle la vista a Ana. Sus ojos color lluvia, son los ojos más extravagantes en cinco generaciones. Andros es heredero del imperio del Sur. Dicen las gentes que es una joven serpiente, astuto, intimidante y seductor.
Ana se levantó inmediatamente para recibirlo. Andros no dejaba de mirarla escondiendo sus manos detrás de su espalda, confiado y seguro. Se miraban desafiantes como un par de fieras cerca el uno del otro sin miedo ni vacilación.
-Mirate, estas deslumbrante Ana - dijo en un tono elegante. Alejandro se puso en pie y Arthur se fue con él, abandonando el tablero de ajedrez en el jardín sin despedirse. Cientos de hombres salieron de los arbustos con uniformes negros y botones dorados los rodearon preparados para desenfundar sus espadas y atacar. Ana hizo un gesto con la mano izquierda. Todos la miraron con sorpresa, luego dieron media vuelta y desaparecieron.
-A mi los hombres me gustan mayores que tú, ¿a qué has venido desde tan lejos? Tienes prohibida la entrada al palacio imperial y lo sabes - contestó Ana mirándolo, y comenzando a caminar en interior del jardín. Él la seguía tranquilo mirándola.
-A ti lo único que te gusta mayor es mi atención. Puedo llevarte el desayuno a la cama si lo que buscas es una disculpa, Ana, estamos en guerra necesito el ejército de la península del Este en Caen. Un movimiento de esa mano y el ejército estará listo para morir por su reina.
-No estamos en guerra, tú provocaste una guerra en el Este por tus caprichos de hombre invencible- dijo ella mirando hacia delante.
-Siempre te gustó eso de mi ¿o acaso lo vas a negar?-dijo él con un tono suave y con su cuerpo erguido.
-No sé si esto es una súplica de un hombre arrepentido o una súplica de refuerzos-dijo ella
-¿Porque no ambas?-contestó él con un tono firme mirándola erguido.
-No puedo perdonarte y no quiero hacerlo, conoces la ley, fuiste acusado por adulterio en la corte imperial fue igual que provocar una guerra con todo lo que para mi es sagrado-contestó ella fríamente mirando hacia el frente.
-Si, y te pedí perdón por siete años, y todavía lo hago-repuso él con desdén.
-Y te dije "no" siete años, y todavía lo hago -contestó Ana mirándolo y prosiguió - Esa mujer y las que tengas son solo víboras que se mueven entre mis pies como enredaderas medrando veneno, pero soy yo la que puede torturarlas cuando le plazca. No olvides que si no hago nada en contra de ellas es por misericordia, una palabra que no tiene ningún significado en tu vida. Deseo que disfrute este bello atardecer señor Andromaco, mi tiempo con usted llegó a su fin, Arthur lo acompañara hasta que abandoné el palacio-contestó ella mirándolo por última vez, y camino de vuelta a las escaleras de mármol.
-Doña Ana es difícil señor Andros, no es tan sencillo entenderla a profundidad - dijo suavemente Arthur acercándose por la espalda al joven.
-¿Alejandro y ella siguen juntos? -contestó Andros viéndola abrir la puerta del jardín.
-Ciertamente señor -respondió Arthur suavemente.
Andros comenzó a mirar hacia arriba de las puertas del jardín, subía con sus ojos grises la gran pared de ladrillos, hasta el ventanal y el balcón de mármol. Donde estaba Alejandro observandolo a través del vidrio, entre las sombras de esa tarde. Luego de que se descubrieron mirándose el uno al otro, Alejandro simplemente desapareció.
-He hecho todo para desenmascararlo...-dijo Andros suavemente mirando el ventanal
-¿Señor?
-Ana cree que él tiene una reputación intachable, porque es un intelectual de la ciudadela y el niño prodigio, así que me di a la tarea de sabotearlo en cada fiesta de sociedad, controlé a las mujeres que se acercaban a él, rubias, morenas, estúpidas, inteligentes, sumisas, dominantes, analfabetas, ilustres, nómadas, políticas, madres, solteras, amantes, fieles, rígidas, flexibles, tiernas, serias, incluso manipule también hombres. Ni un solo movimiento irregular en veintidós fiestas. Estoy empezando a creer que es zoofilico.-dijo Andros tocando el tablero de ajedrez, con una sonrisa burlona.
-Señor, Alejandro es demasiado retraído para mostrar un comportamiento natural en sociedad, con personas que para él no son de confianza, él es bastante meticuloso, incluso con Ana guarda silencio la mayor parte del tiempo, no habla con los sirvientes ni con los jardineros. Él simplemente lee enciclopedias completísimas o se encierra a escuchar Bach, horas enteras, él ama la música, la última vez prohibió a la servidumbre entrar en su biblioteca, y dejó bastante claro que solo Ana tiene acceso al estudio donde esta el tocadiscos señor. ¿Que tal si utiliza a alguien de confianza?- dijo Arthur suavemente detrás de él.
-...Viéndolo así Ana es la única persona en la que él confía... si es que confía en ella... es una pena, porque esa mujer no la puedo controlar a mi antojo, si así fuera, en primer lugar no estaría aquí, pensando, en cómo destruirlo a él, ella lo hubiera hecho sin que yo se lo hubiese pedido, Ana no es alguien con quien yo me tomaría las cosas tan a la ligera, tiene una rectitud a prueba de todo, parece que esa mujer es el héroe de esta nación, si su hijo fuese un criminal ella misma lo entregaría, Ana no se anda con miramientos, tal vez no lo creas Arthur pero si la justicia está representada por una mujer, es porque esa mujer es Ana.
-Señor, creo que no está viendo todo el tablero con detenimiento, usted fue un tremendo dolor para ella, le tomó años superar esa ruptura
-No tienes que mencionarlo, los peores años de mi vida, sufrí tanto cuando lo supo, Ana jamás volvió a reír conmigo, siempre fuimos inseparables, yo contaba con ella para todo, nos peleábamos continuamente, pero nunca duramos más de una hora sin vernos, nunca pudimos ser indiferentes el uno con el otro, ella me encantaba, han pasado siete años desde que la vi llorando en el puente negro, yo pensaba que era la indicada ¿sabes? por un momento creí que iba a dejar de ver a todas las mujeres igual, pero esa noche ella me dijo...
-"Espero que la ames más que a mi, porque esta es la última vez que lloró, olvidate de mi nombre, porque me da vergüenza que esté escrito en tu memoria. Podrás tener a todas las mujeres de este mundo y del siguiente pero la única mujer que no tendrás ni en esta vida y ni en la muerte, seré yo." Todos en la región de los alpes conocemos esa historia.
-¡Que carácter! suspiró -Pero para mi sorpresa ninguno de mis ruegos ni de mis súplicas, ni versos, ni arte, ni poemas, ni canciones, ni promesas, ni regalos, ni esperas, la hicieron volver desde que se fue, ni un beso he podido yo darle ni siquiera en la mejilla. Le tengo miedo, sobretodo, a lo que Ana me declare, porque no es una mujer que hable sin cumplir. Un talento bastante difícil incluso para un hombre bien formado. Su palabra vale tanto como su reputación Arthur.
-No está viendo todas la fichas señor Andromaco, es muy posible que la persona que usted este buscando para perjudicar a Alejandro este en el pasado también.
-Explícame Arthur-dijo dándose la vuelta, para ver sus ojos azules turquesas.
-Alejandro, señor, es un hombre de mundo, un intelectual que ha viajado por desiertos y mares lejos del imperio, pero aun así sigue siendo un hombre, un hombre que según dice Ana, ama de una manera muy diferente, es muy posible señor, que Alejandro también haya amado a alguien mucho más de lo que ama a Ana, antes, en alguno de sus viajes, es posible tal vez, que, todavía le siga amando.
-¿Una mujer del pasado..? alguien en quien confió, posiblemente ella lo defraudó, una mujer que si es la correcta, se sentará sobre su espalda y remará por el Nilo, no hay nada que perder, si este hombre es tan fiel como dicen entonces por la nostalgia de un amor inconcluso, caerá. Tal vez no la ame como en el pasado pero si se acostará con ella, y es todo lo que necesito para que Ana lo termine aborreciendo. (Risas) Ana no perdona una infidelidad, ella es incorruptible.
-¿Con este hombre, cuántos van?
-Once Arthur, Once hombres que no llegan a ser fieles. Yo, no puedo ser fiel, entonces me voy a asegurar de que nadie que ella elija, lo sea. Con el tiempo se dará cuenta de que ningún hombre puede ser tan fiel como ella piensa, entonces yo seré de nuevo el favorito. Cayeron uno por uno pero este bastardo en especial a mostrado cierta resistencia.
Arthur y Andromaco rieron mientras caminaban cubiertos por la luz del atardecer, hacia los barandales del jardín imperial, cubiertos por enredaderas rojizas.