Si Alejandro me ataca, yo voy a pelear.
Habia llegado a través de los arboles cristalizados a un camino donde la nieve era profunda, recuerdo que caminé sin rumbo, hasta que los troncos del camino desaparecieron uno tras de otro, estaba acercándome a un paisaje de montañas grises, un frío misterioso subía por los abismos para enredarse en mis piernas y adentrarse en mi pecho, acariciarme los labios y abandonarme para nunca más volver. Me quedé allí, mirando el abismo de pie. El silencio era tan absoluto que solo podía escuchar los latidos tibios de mi corazón al borde del precipicio bajo mis pies. El dolor de las ausencias habían creado este lugar, un lugar que yo jamás había visitado porque era adentrarse en los oscuros rincones de mi mente.
No había vida. No había cielo, solo las entrañas profundas de un abismo, un pedazo de la sombra del mar negro, abandonada, que no dejaba de mirarme, inquietante, amenazante y peligrosa. Estaba derrotada, había perdido cientos de guerras, y estaba buscando una dirección, una guia, pero mi mente se abrió, para mostrarme un vacío enorme que contemple horas con horror, pero quise acercarme porque la oscuridad también soy yo, la oscuridad también es parte de mi. Con la mirada fija, trataba de no caer allí. No había nada que pudiera hacer, me había equivocado, y estaba segura de eso, me había equivocado de dirección por mucho tiempo, porque mi corazón había apuntado a Alejandro tantas noches, cuando no era él el elegido, ¿que hice yo? ¿que es todo este caos que aumenta con las horas mientras duermo?
En mi pierna estaba el collar que había portado orgullosa durante tantos momentos difíciles en mis viajes, pero ahora mi collar estaba quebrado, mi collar de escorpión estaba quebrado, quebrado, nunca había sentido una señal tan clara y escalofriante. Mi collar es un vivo símbolo de la época egipcia, fue un regalo de un francés y no pude evitar pensar en los hijos de los faraones que recibían collares de escorpiones para que los protegieran de las malas energías y las enfermedades. Mi collar estaba roto, mi corazón estaba roto, y mi esperanzas estaban rotas. Si, Alejandro hizo cosas muy buenas en mi vida o tal vez todo lo que el hacia a mi me parecía maravilloso y bueno, nunca lo sabré a ciencia cierta, pero lo que ahora sentía era que Alejandro era una buena persona que había sido mala conmigo cuando comprendió que yo lo quería, una mierda de verdad. Pero así era. Me dolió perder ese collar, perderlo a él, aunque nunca me hubiese dado la oportunidad, la oportunidad que le suplique años que me diera de dejarme enamorarlo, no, esa fue una prueba que no pase, fin, él me regalo un muro, un muro infranqueable que escale cientos de veces solo para volver a la salida. "Ana, no te acerques" era lo único que ese escorpión roto me hacía pensar cada vez que lo sostenía entre los dedos, un "alejate y nunca regreses" de metal.
El sacrificio de mi escorpion para mantenerme a salvo, no iba a ser en vano. Yo estoy dispuesta pelear una vez más, a pelear y arrastrar el cadáver de Héctor por toda Troya.