04 Jan
04Jan

Me quedé mirando el edificio que resplandecía desde la más mínima esquina, una obra maestra, impecable e imponente. Amo esas dos cualidades juntas. Magnífico, un festín a la vista. No me tomé ninguna foto. Pensé en regresar después con más batería. Me fui con la aplicación de Google Maps abierta, crucé la calle. La brisa era huracanada. Habia atravesado el parque del rey del sol en el que me quedaba pensando cuando estaba triste o feliz, en el que me quedaba mirando la luna, ese día el agua del monumento se movía con furia contra los bordes de piedra, chocaba, una y otra vez con una violencia inquietante y misteriosa. ´Me quedé observando el agua furiosa, sentía los labios fríos, el viento me susurraba cosas, se acercaba una tormenta. Con un presentimiento de miedos confusos continué como un soldado continúa su marcha hasta el terreno enemigo. Atravesando el parque, en medio de mi reflexión buscando respuestas a esos presentimientos tan profundos, quise sacar mi celular pero en ese preciso momento una brisa salvajemente cruel nos azoto a todos los que íbamos a paso lento contemplando el paisaje. Yo estaba en medio del parque, era un mal momento para estar allí, la arena se levanto con fuerza y me envolvió, parecía sacado de una película de Indiana Jones, pero fue tan real que no pude abrir los ojos por varios minutos. Estaba paralizada, el viento me empujaba fuerte, el viento era cortante tuve que cubrirme la cara porque era helado como un cuchillo pero yo no cedía ni un centímetro. Mis piernas no se movieron. Después desapareció.

Oh lá lá! exclamaron varias personas confundidas y con sus zapatos llenos de arena. Jamás había sentido algo así, era tan fuerte que doblaba los pinos, pero los franceses seguían con su dia a dia sin problema. Hasta los más pequeños. Miré el semáforo, y para los autos estaba en rojo y para los peatones en verde. Caminé tranquila, un hombre que esa mañana, probablemente como todas sus mañanas había dejado un desorden dentro de su auto viejo, lleno de cosas inútiles, siempre estaba o había algo perdido, algo que no podía encontrar con sus ojos azules, ese hombre dejó de mirar hacia al frente. Dejó de mirar hacia adelante justo cuando dio la curva. Justo cuando yo iba cruzando la calle. Cuando voltee el auto estaba a un centímetro de mi rodilla derecha. Lo que dicen es cierto, la vida cambia en un segundo. Pensé que podría quedar inválida, vi como tendría que levantarme todas las mañanas buscando las muletas. Pensé que jamás iba a volver a sentir la pierna igual. Pensé que jamás podría volver a caminar, pensé que podría tener una cicatriz de por vida para contar esa historia. Nada de eso sucedió, salí ilesa. Como si fuera un truco de magia de Houdini. Como si alguien se hubiera interpuesto entre el auto y yo en menos de un segundo. Cuando recuperé la conciencia, respiraba saboreando el aire, yo soy un genio, no había probabilidades de que aquel tipo de ojos azules pudiera detenerse, su imprudencia biológica se lo impedía, el auto pudo acelerar más en minutos, la potencia de un auto no es siempre la misma, y el mal mantenimiento del auto hacía que funcionara de formas inaceptables y poco eficientes como la mentalidad del propietario. Su ruta ese dia tenia que conectar con la mía en algún punto, porque todo ese evento parecía imperativamente destinado, nadie puede imaginarse que te golpe un auto en una rodilla. No tenia nada, estaba ilesa, ni un morado me quedó. Nada, tenía sentido. Era un absoluto milagro, y tú no empiezas a creer en los milagros hasta que no te pasan a ti, eso es así. Miré los pinos torcidos por la brisa. Dios se apiado de mi y de qué manera ¿pero porque? había tanto agradecimiento en todo mi cuerpo pero mi mente se negaba a vivir sin la respuesta ¿que hace que Dios te elija y que no? ¿que nos hace mejores y que nos hace ser despreciados ante la fuerza creadora del universo y su equilibrio perfecto en el que no encajamos? Había leído una vez que Hitler durante su juventud tuvo que ser combatiente en el ejército alemán y otro joven le apuntó con un arma en campo abierto a menos de dos metros, no había fallo posible, le apuntó y no quiso dispararle. Lo que causó en la mente de Hitler el origen de un sentimiento de superioridad desbordante, de una u otra manera sintió que él no era como los demás, que él estaba destinado para algo excepcional, que era él dueño innegable de un destino. Respiré. ¿habían maneras posibles de corromper mi propósito en este mundo? ¿estoy destinada a algo? Sabía que no era igual que los demás, pero no pensaba someter a nadie. Respiré. Gracias Dios. Gracias Dios. Gracias Dios. Siempre le he susurrado en mis oraciones a Dios que le amo profundamente como un padre, no tengo que hacerlo en un micrófono en una iglesia, lo hago en momentos realmente íntimos, solitarios y muy oscuros en mi vida. Yo oro en lugares que ustedes no creerían. Y de maneras que ustedes no creerían. Yo me arrodillaba desde niña a orar en las noches y pedía siempre que se hiciera en mi el destino que se me había planeado, nada más. Un pensamiento nada convencional para una niña de ocho años y no impuesto por mis padres. Pero yo tenía como les digo una mente maravillosa para entender muchas cosas en poco tiempo y con mayor profundidad que mi edad. Yo oré ese día como todas las veces antes de ir a trabajar. Siempre he creído en la bondad del universo, pienso que no todo es malo, y la prueba clara de eso es que yo no lo soy. Dios y todo lo que conforma una fuerza divina han estado en momentos tremendamente duros de mi vida, pero esto fue impecable. El mundo de los hombres es como todas las culturas ancestrales dicen: "Un mundo lleno de peligros y de dolor" Si no me salvaba la sangre de cristo nada me iba salvar. Nada.

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