17 Feb
17Feb

Los genios siempre somos muchas cosas al mismo tiempo, y muchas opuestas. Soy exactamente un contacto entre los opuestos. No puedo solucionarlo todo con el arte, como el arte no puede curarme de todas las heridas. 

Me angustian muchas cosas, sobretodo el futuro. Sobretodo yo. Porque soy yo la que decide, y en base a lo que decida, todo ocurre, y eso siempre da un poco de miedo, el miedo de ser el dueño de uno mismo. Ser el dueño de nuestra vida es quizás el infierno mas grande conocido, somos un paraíso incendiándose.

Mi primer incendio fue una tarde soleada en la que estaba releyendo mi enciclopedia infantil de Larousse en el suelo de mi cuarto, esa tarde cuando terminé, entendi amargamente que no queria estar alli. Quería irme. Irme lejos. Odiaba a la mayoría de los colombianos sin una razón, pero con el tiempo entendí que era exactamente porque yo no encontraba algo de mi en ellos y ellos no encontraban nada de ellos en mi. Estaba condenada a crecer en un país del tercer mundo pero eso no iba a impedir por ningún motivo, que yo fuera del primero.

No planee mi futuro allí, porque nunca me sentí parte de él.

Cuando cumplí mi palabra de irme del país. Mi familia quedó muda por un mes y luego por un año. Irme a vivir a Francia fue como decirles que había matado un dragón rumano cola cuerno con un tenedor. Fue darles una cachetada en la boca después de ser toda mi vida tremendamente pretenciosa, hablando bien de mi y muy mal de ellos. En Europa, yo dormiría en la mismísima boca del infierno, pero para sorpresa de todos, tenía un jodido talento para sobrevivir los golpes que me daba el viejo continente, y lo cierto es que sin piedad, me fui educando como se educan los celtas. Me fui enloqueciendo más y más, porque los dolores vienen y van pero no el amor. Y yo amaba Francia.

Pero es inevitable recordar en navidad, ahora aquí en Francia entre la champaña, la buena comida, la cantidad absurda de chocolates, los amigos, el frío, los regalos europeos, los idiomas que ya no eran voces de desconocidos que salían de un cd que venia pegado a un libro carísimo sino que los compartias entre risas y bromas, y aprendias, porque aprender es algo que haces solo cuando estas feliz, los chocolates alemanes y el acento francés. 

Es inevitable recordar mis navidades sola en casa cuando todos se iban por fin a dormir y todo quedaba en silencio. Me quedaba sola con ese silencio de madrugada que tanto me gusta. Tiene algo muy mágico, algo que no puedo explicar en ningún idioma, me quedaba allí, sentada en la sala, mirando por la ventana, pensando sueños, y siempre me pesaba mucho más el de viajar, quería irme, quería buscar los vacíos del mapa para completarlos, tener una vida de verdad y con mucha suerte encontrar un lugar al que yo perteneciera.

 Un lugar en donde alguien me esperaba siempre. Muy lejos. 

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