Nunca aspire a muchas riquezas, a lo que aspiraba profundamente hace unas horas era a que mi novio le gustara como escribo y como canto, y desgraciadamente ni eso he podido alcanzar.
Ni le gusta como canto, ni lee lo que escribo. El dolor me lo guardo en silencio, porque me duele saber que quizás bien sea cierto que canto mal, y que escribo más mal de lo que canto. Me duele recordar todas esas inimaginables veces en las que canté por placer y nadie me dijo nada. Lo único que me reconforta ante semejante vergüenza es que con una ternura feroz ninguno de mis queridos amigos me haya quitado las ganas de cantar, ni de escribir, mis amigos me leen, cantaban, y cantan conmigo.