Antes solía pensar que los demás me envidiaban. Ahora me escucho y me siento ridícula.
Mi vida es una noble colección de perdidas. Una galería de dolores románticos, la soledad permanente de las ventanas cerradas, escuchar las palabras de otros e ignorarlas por completo cada vez que me hablan sobre la verdad, no haber sido lo que quise, los tratos injustos y la permanente incomprensión de mis parejas que nunca desapareció. Sin vergüenza de decir que todo lo que leo o estudio me cuesta cien veces más de entender que a cualquier otro, mi constante falta de hambre y de sueño. Mi desconexión con la realidad cada día, el maltrato que recibo cada vez que trato de regresar a darle coherencia a este mundo sin sentido y luego tener que volver a refugiarme dentro de mi mente. Mi familia que sigue siendo una carga que me rompe los hombros. Los papeles que se perdieron, la gente que odio. La insoportable atención de la gente que no me importa. La cobardía que siento al vivir siempre sola esa que siempre se levanta con cada golpe que le doy. Mi vida es una película de drama con la reina más histérica del continente a la que le duelen los dientes todas las noches.
Hay un momento en el que tenemos que buscar significados y cuando llegamos a ese momento nos damos cuenta de que no hay respuestas. Y, o nos matamos o lo aceptamos. Si elegimos continuar la oscuridad nunca desaparecerá pero no siempre será tan pesada.