-¿Siempre dibujas ángeles y demonios?
-Siempre quise ser un ángel-dije riéndome
Carolina sonrió y me dijo -¿Siempre eres así de sarcástica?
-¿Siempre eres así de fastidiosa? -conteste poniéndome sería. El ruido del salón de clases era insoportable, voces y gritos, mochilas abriéndose y cerrándose, cuadernos cayéndose, sillas moviéndose.
-Dicen que tú papá odia que tú dibujes
-Mi papá odia todo en secreto- le contesto, me río y la sigo mirando
-¿Si no eres un ángel que eres entonces?
-Soy una huérfana- le digo sonriendo
-Ana, deberías venir a mi casa...
-No, ¿y para que? no me hagas reír por favor, yo también estoy sola toda la tarde y seguro que tú también, cuando llegó me saco el uniforme, voy a la cocina y no me como el almuerzo sino que me preparo otro, esa comida fría la odio, esa comida sin amor, me gusta estar sola Carolina, no estar con gente que también esta sola, me gusta estar sola para hablar sola y llevo años así, por allá están tus amigas, esa rosquita bastante patética de gente que cree que lo sabe todo ¿Por qué no te vas? seguro que ya les haces falta eres como la mascota del grupito ¿no?
-No, yo quiero quedarme aquí
-¿No entiendes?
-No, explícame
-No quiero ser amiga de nadie, las personas aquí no son relevantes para mi vida, te diré lo que va pasar en tres años, la gente va hacer su vida y los recuerdos de esta escuela serán una mínima parte de lo que será su destino y serán destinos aburridos la mayoría, ni siquiera quiero molestarme en imaginarlos, ahora lárgate
-¿Si me voy ahora, vienes a mi casa después?
-Si te vas ahora, te prometo no ir nunca.
El ruido del salón continuaba. Carolina trataba como podía de entablar un diálogo conmigo cada día, un diálogo que yo tornaba en una discusión odiosa. Carolina jamás se rendía conmigo que resistencia tan brutal la que tenía para no devolverme cada guachada que yo le respondía, teníamos catorce años, dos mentes feroces y en aquella época jamás pude ver que algo que yo le dijera le afectará. Claro, hasta que un día en el futuro empecé a mirar mejor.