04 Apr
04Apr

Yo no estaba viva. Nunca me había sentido tan poco viva, tan exhausta de fallarme a mi misma durante las horas de este día soleado incapaz de iluminar mi vieja oscuridad viviente dentro de mi frágil y angustiado cuerpo.

¡ANA!

Mi nombre sonaba como un eco en una cueva húmeda y sola lejos en una montaña. No pude contenerme más, había retenido varios meses las lágrimas que iban y venían dentro de esa oscuridad que nadie podía ver, una oscuridad que solo yo podía sentir, sujetándola a mí, conteniéndola en mi cuerpo con fuerza, sosteniéndola a mi lado para que no escapara, para que a nadie pudiera hacer daño, me arañaba por dentro las entrañas condenadas al vacío infinito de todos mis errores, mis órganos maltratados en secreto por mis intentos frecuentes y desesperados de cambiar la realidad, por darle un giro al destino, por creer que yo podía ser un milagro vivo. "Pero los milagros no existen" me dije esa tarde mirando la pared blanca iluminada por el sol de primavera. Las flores recién abiertas me miraban en silencio desde el mesón de la cocina, blancas y otras de colores que jamás había visto. La belleza rodeándome y yo apunto de llorar, de estallar, fragmentándome en un intento de no soltar todo el dolor negro que me golpeaba, que quería escapar de mi de dentro hacia fuera. Yo era la barrera inamovible, tan fuerte, tan rigida, tan vieja y antigua, me estaba despedazando, sentía como se abrían las grietas y caían pedazos de mi al suelo aunque no hubiera ruido, aunque yo siguiera allí de pie sola mirando las flores.

Llegaron.

-¿QUE HA PASADO?

Sostuve la mirada esperando con todas mis fuerzas no vomitar y soltar las lágrimas pesadísimas que hacían un naufragio de mis ojos, mis ojos más tristes que nunca, más llenos de recuerdos pasados, de lluvia, de rabia, de puentes rotos, de odio, de promesas que nunca llegaron a cumplirse, de gente que tuve que olvidar, de un pesado dolor de despedidas, de un abandono terrible, y de un amor que nunca nadie quiso recibir.

Abrí la boca. Y sentí como la sombra negra golpeaba mi garganta buscando salirse y abandonar todo mi cuerpo, nada podía hacer yo, ese mal parecía haber entrado para luego nunca más poder volver a salir, la sombra negra se golpeaba entre mis órganos buscando desesperadamente romper como fuera mi carne, sentí como me dolía el estomago, sentí como me dolía respirar, la sombra se movía como una araña, estrujando, mordiendo, golpeando y jadeando, en un minuto sentí como mi corazón dejo de latir mil veces. Apreté los labios.

Habia a mi alrededor una fila de hombres furiosos en uniforme, hombres de una época lejana, que todavía venían a visitarme, y sus visitas eran solo cuando algo iba verdaderamente mal, cuando yo claramente había roto el orden de una armonía sagrada.

-¿QUE FUE LO QUE HICISTE?

-Yo quería arreglarlo, quería cumplir, es mi obligación, ustedes me habían pedido que me apresurara, me queda muy poco tiempo, tenía que elegir, yo sólo quería asegurarm...

-¡COMO LA ÚLTIMA VEZ!

-Si... como la última vez...

Las caras se retorcieron, esas miradas llenas de preocupación y repulsión sentían que todo estaba perdido, supe que había fallado, que estaba sola. Las paredes se rompieron, los vidrios se quebraron y el agua de sal negra cayo sobre el suelo de madera, bajo por las escaleras, mojo los cuadros y las cortinas, mi ropa comenzó a hundirse, rápidamente vi como los libros flotaban, las notas, los vidrios, las facturas y las flores. Me quedé mirando el agua negra llegándome al cuello, me quede inmóvil con la mirada perdida llorando, mi cabello se movía de un lado a otro con las fugas de agua, las paredes se quebraron y se abrieron, dejando entrar a un ejército de olas negras. Una de ellas me golpeó la espalda entonces mi cuerpo se sumergió entre giros y vidrios rotos, solo escuchaba el agua golpeándolo todo, golpeándome a mí y llevándome hacia el fondo. Siempre he sentido que estoy aferrada a ese mar. El mar de sombras, me hundo pero no me ahogo, solo me hundo más y más, a veces puedo quedarme sumergida meses solo mirando algunos rayos de luz atravesar el agua en un silencio muy puro y luego no desear jamás volver a moverme. Me cuesta salir de este oscuro mar porque no tiene fondo, y aunque salga a la superficie no hay tierra dónde descansar, solo un cielo gris sin nadie más allí, sólo estoy yo entre las olas y la brisa. El sin descanso. El eterno naufrago. La soledad y el dolor. El abandono y la desesperación. Un lugar dónde el amor no puede sobrevivir. Lo único que vive soy yo.

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