18 Feb
18Feb

Espere a que todo el mundo saliera de clase, seguía sintiéndome culpable, y a mi la culpa me doblega de muchas formas, de formas terribles, recuerdo haber tocado el papel del chocolate frio en mi bolsillo. Cada vez que yo me fijaba cuando alguien salía por la puerta sentía un frío inesperado debajo del cuello, una brisa helada que aparecía y desaparecía. Una brisa que me dolía en la garganta.


Finalmente el salón de clases quedó vacío y en silencio.


Tomé un respiro para tratar de recuperar la tranquilidad, pero fue inútil, Carolina llegó después casi de inmediato,  la vi pasar junto a mi, la vi pasar mirándome como si yo fuera cualquier otro extraño de la calle en el centro de la ciudad, me lanzó una mirada de profundo desprecio, pero yo no dejé de mirarla, ella estaba en frente de su puesto recogiendo sus libros y metiéndolos todos en la maleta.

Ella me odiaba.

-Toma, lo siento, pero no tenías que tomártelo tan personal porq...-comencé a hablar mientras ella se ponía en pie colocándose su mochila en la espalda

-No lo quiero- contestó mirándome lo peor que pudo, y puede bastante.

Me quedé con la barra de chocolate en la mano y Carolina salió. Me quedé allí sola completamente inmóvil con los ventiladores sonando y las sillas vacías. Suspiré y fruncí los labios, el salón estaba sólo, la luz de la tarde entraba por las ventanas grises, así que me tiré al piso a mirar el techo blanco. Recuerdo que el piso del salón estaba sucio y frío pero a mí eso me importó muy poco, o casi nada, o nada, yo estaba muy cansada, necesitaba una pausa de tanto drama, del de ella, del mío, de la vida, de la suya, de la mía, no quería moverme así que sólo me quedé mirando el ventilador dar vueltas y vueltas. Nadie entró al salón de clases esa tarde. Estuve horas allí con la mente en blanco como aquel techo, como esos ventiladores y aquel cielo azul lleno de nubes.

Pensé que era la última pelea que tendríamos durante nuestra vida, y aunque acabo muy mal, al menos se acabó. Sin embargo para mi desgracia yo estaría terriblemente equivocada, Carolina me perdonaría (como siempre) otras mil peleas más y las que vendrían por los siguientes diez años, ella me perdonaría cosas muchísimo peores que esa. Muchísimo peores. 

Comments
* The email will not be published on the website.
I BUILT MY SITE FOR FREE USING