Susurró:
-Siempre voy a buscarte Ana... Pero llegara el día en que no pueda encontrarte en ningún lugar, ese será el día en que deje de vivir. Los otros pudieron dejarte, pero yo no puedo, yo nunca pude, trate tantas veces de dejar de preocuparme, de odiarte, de olvidarte, de dejarte atrás. No te voy a pedir que te quedes, no te voy a pedir nada, solo quiero que sepas que no estas sola. Tú me tienes a mí.
Apreté los parpados tan fuerte al escucharlo hablar que mis ojos liberaron el rio de lagrimas, era el dolor resbalándose por la piel y llegando hasta mis labios. El apretó su frente contra la mía y con sus ojos cerrados junto a los míos, comenzó a llorar desconsolado. Dejamos de ser un hombre y una mujer para volver a ser dos niños llorando en la oscuridad, y esa oscuridad de no vernos el uno al otro por el abismo del llanto, era el universo arropándonos en silencio.