Mi madre había comprado un blog de papel calcante y lo había dejado sobre la mesa del comedor para mi durante la noche. Cuando saqué los cuadernos del maletín y me senté a hacer mis deberes en la mesa del comedor sola esa tarde, entendí de inmediato que no quería usar ese papel. Estaba aprendiendo a calcar, la idea me fascinaba, pero después de pensarlo por unos minutos sola y en silencio, sentí una profunda vergüenza. Porque yo no quería hacer siempre el mismo perro dálmata sentado sonriéndome, no, eso no era lo que yo buscaba, lo que quería era, ver a ese perro correr, quería verlo dormir en mi cama, verlo mojado por la lluvia, llevarlo a conocer el mar, pasearlo por todos los lugares en los que fui feliz y eso no lo hace el papel calcante, eso lo tenia que hacer yo con el lápiz y el borrador. Era mi responsabilidad darle una vida, y hacerlo vivir.