05 Apr
05Apr

Mis dedos hacían remolinos en la tierra de las materas de aquel patio iluminado por el sol de la tarde con un piso rojo, yo estaba buscando caracoles blancos. Mi abuela estaba en la cocina mirándome atraves de la ventana mientras lavaba los platos sucios del almuerzo y Ana estaba extendiendo las sábanas mojadas en el jardín mientras hablaba sola. Éramos tres mujeres.
Finalmente yo había encontrado otro caracol blanco. Sonreí para mi misma tocándome con la lengua mi encía sin dos dientes y me lo llevé conmigo escondido entre mis manos cerradas. Corrí por el pasillo por dónde pasaba la brisa del patio hasta la cocina, miré a mi abuela todavía en el fregadero lavando sola las ollas en silencio y subí las escaleras, mis pasos se escuchaban como un eco en toda la casa, eran los pasos de un niño pequeño entusiasmado por esconder un nuevo tesoro en su armario.
De nuevo esa luz iluminándome, una luz que ahora pasaba atraves de la ventana abierta de par en par cerca del armario. Abrí el cajón de los zapatos y allí estaban, mi colección de caracoles blancos en mi armario blanco. Escondía esos pequeños fósiles en un rincón bajo los calcetines. Luego lo cerraba sonriendo porque nadie más que yo sabía ese secreto.
Recuerdo que sobre el armario había un tocadiscos y un radio gris enorme que pertenecía a mi abuelo. Entonces yo solía colocar una silla para alcanzar aquel radio apagado y jugar con el, siempre imaginé que era una máquina para hacer llamadas a la luna, a las estrellas, a Saturno, al sol, a las nubes, al cielo. Comenzaba a hablar sola, un hábito que siempre me ha parecido maravilloso, y que por supuesto nunca abandoné.

-... ¿Me escuchan? ¿me escuchan? Estoy aquí en la casa de mi abuela ¿cuándo vendrán por mi? ¿pueden venir por mi? Estoy cansada de jugar aquí, quiero verlos, quisiera verlos, quiero estar con ustedes allá muy lejos, por favor vengan por mi esta tarde porque no va llover, hace mucho sol y las sabanas se están secando en el jardín...vengan por mi esta tarde... ¿Me escuchan? Si me escuchan digan algo...
Recuerdo verme allí empinada hablando horas con ese radio apagado como decía mi madre que lo hacia, con esos shorts de colores, la camisa blanca y mis tennis blancos. No tenía más de cinco años. También puedo ver la foto de mi madrina cerca del tocadiscos, ella viva en Cali, pero cuando yo era una niña pequeña y veía esa foto pensaba que Cali era otro planeta.
De pronto la niña se voltea asustada y me mira, o bueno yo pensé con angustiosa alegría que me estaba mirando a mi.
- ¡Vengan! ¡Vengan! ¿Ana María a quién tanto llama usted? ¿ah?
Mi abuela había subido las escaleras sin que yo me diera cuenta y me había encontrado por el sonido de mi voz. Mi abuela sonrió entusiasmada y luego me dijo:
-Vamos abajo, voy a batir la torta de su tío Carlos que cumpleaños el sábado, dejé de jugar aquí sola ¿No le da miedo estar tanto tiempo aquí solita? Vamos y me acompaña
-¡Ana María baje! ¡voy a batir la crema!-grito Ana Delia y su voz llego hasta el techo y el tejado de la casa.
La niña pequeña no dice nada pero salta de la silla y corre por el pasillo iluminado de piso blanco y negro hasta bajar las escaleras. Mi abuela cierra el armario y se va caminando despacio sin darse cuenta de que yo también estoy allí, justo a su lado. Así es exactamente como me gusta recordar a mi abuela, con ese rostro, con esa ropa, con el cabello negro, con sus anillos, así fue como la conocí, una mujer joven y feliz. Siempre feliz. Me acercó a la ventana abierta para ver el paisaje y el cielo de la época en mis recuerdos, la brisa llega enseguida a levantar las cortinas y me paso la mano por los ojos, los cierro, y cuando vuelvo a abrirlos estoy en Francia otra vez, llorando.

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