20 Jun
20Jun

Las luces estaban encendidas. Todas las luces del gran salón, como si se tratará de una fiesta durante la navidad, las paredes blancas, el mármol brillante, las cortinas largas, los candelabros encendidos y el salón entero iluminado completamente. El tono del lugar era cremoso, irradiaba sorpresas, emoción, compañía y alegría pero también mucho silencio. Alejandro camino por el salón entero hasta el gran comedor. Escuchaba sus pasos llegar hasta los vidríales multicolores más altos cerca del techo. La comida para cientos de personas estaba servida, aun estaba caliente la carne y el humo tibio salía de ella lentamente, había pollo horneado con especies recién cortadas y pimienta del valle, vinos de tres colores, biscochos de crema batida decorados con trozos de frutas tropicales y hojas de menta, helados de vainilla brillantes en copas de porcelana del paramo, galletas de once tipos de chocolate diferentes con los rostros de los antiguos reyes tallados en chocolate blanco. Pero ni una sola persona sentada en el gran comedor dorado de madera de roble y mantel de terciopelo rojo. Alejandro paseaba la mirada entre las sillas y la comida. El comedor era bastante largo, más de lo recordaba, él estaba buscando a alguien, alguien que estaba aún despierto a la media noche, alguien que acababa de llegar y había despertado a todo el servicio del palacio para tener una fiesta improvisada, solamente para una persona. En la última silla, justo allí, estaba sentada de mal humor y cabizbaja Ana mirando una copa de cristal llena de vino tinto y con una galleta de cereza en las manos blancas. Ni siquiera lo volteó a mirar. Nada. Él se quedó a cuatro sillas de distancia de pie mirándola todavía con el abrigo puesto muy decepcionado y enfurecido.

Alejandro comenzó a sentir ese temor de que algo iba bastante más mal de lo que él había pensado en un principio. Suspiró, se paso las manos por la barba y el cabello, miró hacia el techo con algo de duda y recobró la voz para pronunciar la primera oración de la noche.

 -Ana... yo...-dijo sin lograr terminarla.

Ella estaba allí inmóvil como un cadáver sentado sin cambiar la expresión desde hacia horas con una extraordinaria tranquilidad, muy poco usual en ella, así que movió sus pupilas hacia él y habló con firmeza.

-No estoy para hablar con nadie...-termino diciendo y bajando la mirada hacia el vino tinto.

-Bueno... -susurró él alargando el brazo hacia la botella de vino blanco y llenando una copa de cristal vacía. Tomó la copa con suavidad y bebió un sorbo tranquilo como si no hubieran prisas, miró hacia el techo, bajó la copa y se quedó mirando las migajas de las galletas de cereza sobre la mesa.

-Ana, no quiero tener que adivinar que esta pasando contigo porque puedo acertar... y no quiero conocerte tanto...

-¿Porque no te vas? Necesito que te vayas...-contestó ella sin mirarlo mordiendo la galleta y enseguida tomando un sorbo de vinotinto.

El joven hombre sacó una silla de madera del comedor dorado, se quito el abrigo, y tomó asiento junto a las otras sillas vacías. Miró el pavo relleno que estaba frente a él y espero a que ella hablará.

Ella se levantó de golpe como si le ardiera la piel, empujó la silla y empezó caminar en círculos descalza detrás del comedor.
-¡Nada! ¡No dijeron nada! -... -¡No había nada!
-...
-Estábamos reunidos en frente de los mapas y la esfera, había toda clase de símbolos alquímicos, había constelaciones en los mapas, ¡yo lo vi todo! ¡todo estaba ahí! ¡no nos quedamos una hora, llevábamos allí toda la noche, estábamos exhaustos, miramos de izquierda a derecha, de arriba a abajo, sin luz, con luz, leímos cientos de veces los mismos versos, limpiamos el polvo, volvimos a abrir los libros, volvimos a mirar las constantes de ese día, la posición de los planetas, las horas del eclipse, el sol y la luna. Han pasado cientos de años desde ese día y nada a cambiado, todo  igual, todo como pasó ese invierno, sin un solo cambio, nada en absoluto, el mismo vacío sin respuesta, todavía no sabemos porque, no sabemos porque no podemos encontrar a Venus en esa maldita hora del día, de ese día. Nadie sabe donde esta.

Ana seguía vociferando de malhumor mientras iba y venía en circulos sobre la alfombra. Alejandro solo miraba la copa de cristal brillando por las luces, sabia que ella estaba furiosa, Ana tiene esa explosión volcánica emocional que va y viene, en general no es peligrosa, es como si la mujer se encadenara así misma porque conoce su personalidad, sabe que debe contenerse para mantener la cordura, para tratar de enfocar toda la pesadez solo dentro de si misma. La liberación de esa energía eléctrica se hace justamente con la meditación de horas y horas de entrenamiento silencioso. El flujo de la energía es tan alto que debe mantenerse en constante movimiento, cada día bien enfocada la energía hace que Ana cumpla una cantidad enorme de tareas que nadie podría solucionar fuera del palacio. Ana es un motor viviente, hace que las vidas de los demás se mantengan en movimiento y produce el movimiento de otras vidas suspendidas, hace que los demás puedan acceder a cierta armonía energética, a una rutina de estabilidad, de seguridad, que se puede percibir en la atmósfera de toda la región. Dentro de la mujer desembocan todos los problemas y de allí salen las soluciones bien elaboradas, estables y permanentes. Con su energía ella crea la tranquilidad pero ha sido todo menos una mujer tranquila.

Alejandro levantó la mirada y comenzó a contemplarla en silencio mientras ella seguía dando vueltas hablando de la desaparición de Venus en los mapas. Sin embargo, es muy difícil saber de qué esta hablando. Con los años ella a creado su propio y secreto lenguaje para comprender el mundo, a veces pareciera que hablará sobre la lógica cuando en realidad de lo que esta hablando es del dolor, a veces parece que hablara de la diversión cuando habla del trabajo, a veces parece que habla del universo cuando en realidad habla de la familia, y otras tantas veces parece que hablara sobre la tragedia cuando habla del amor. Esto funciona así porque para Ana todo es unidad, nada se puede separar, la separación para Ana es una ilusión.

Comenzaron a escucharse las voces y las risas de dos mujeres en el pasillo, quizás las mucamas camino a sus dormitorios, y Ana se detuvo.
-... pero que tengo que hacer para que haya un poco de silencio en el mundo cuando estoy pensando... necesito silencio para pensar...¿Es que pido demasiado?...- dijo susurrando entre dientes

-No, no pides demasiado, ¿quieres que hable con ellas para que bajen la voz o hablen en otro lado del palacio?-contestó él mirándola a los ojos.

Ana comenzó a reírse suavemente.

- ¡Ay no! ¡que te pasa! ¿te volviste loco? Esas mujeres no tienen la menor idea de lo mal que estoy, ni se van aproximar a entender mis pensamientos y ahora las vamos a interrumpir haciéndoles pasar una vergüenza sin necesidad alguna, explicándoles algo que no pueden entender, otra perdida de mi tiempo, de ese precioso tiempo mío y así se lo merecieran tampoco pienso desperdiciar mi enojo con ellas por semejante tontearía, mi enojo esta reservado para personas bien queridas, para problemas serios, o personas que quieran molestar traspasando deliberante mis límites y se perfumen de valientes tocando mi puerta cuando yo no se las he abierto, entonces si tendré que tomármelo personal, darle importancia a dos mucamas no es el propósito de mi existencia ahora mismo Alejandro. Además escuche risas... con lo difícil que es estar feliz durante la vida, déjalas, déjalas vivir sus vidas banales, ya quisiera yo tener una vida banal, ¡ser una persona banal! No hace falta que perdamos el tiempo con su insolencia, si son felices hablando ha esta hora de la noche, déjalas, eso no representa una amenaza para mi, solo sin llegan a tener el valor de cruzar mi puerta para provocar problemas, no hay nada peor que un enemigo valiente... El problema está aquí, no vamos a dejarlo salir de aquí, es justamente lo que siempre te digo, si tu barco se esta hundiendo no hundas los demás, si tu casa se esta quemando no dejes que llegue el incendio a la casa de tu vecino, el problema llego aquí, ahora mismo está aquí, puedo sentirlo, está aquí con nosotros, el problema pudo haberle llegado a cualquiera, pero el problema nos llegó a nosotros, no a las mucamas, no dejemos que vaya hacia otros lugares, lo peor es dejar expandir un problema. Tu sabes muy bien porque, queramos o no siempre va sufrir alguien, o nosotros o los demás, así que mejor nosotros, entre menos afectados mejor.

-Así que tú y yo seremos los afectados ¿Y eso porque?-pregunto Alejandro mirándola seriamente. Luego se recostó en la silla y preguntó-¿Por qué estaban buscando a Venus?

-Venus es clave para la vida, es el planeta de la fertilidad, y otros piensan que puede ser el del amor, no hay certeza de ello evidentemente, pero al no aparecer Venus en la casa cuatro durante cinco años, cinco años que jamás a estado allí, son malos designios para un nacimiento, para un bebe, puede que nazca pero su vida será muy corta, o con un destino muy lamentable. Deberíamos evitarnos ese problema y otros futuros abandonando ese deseo, quizás, un capricho ¿Podríamos centrarnos en otros niños? Después de todo ya tenemos suficientes vidas miserables en el mundo porque no tratar de cambiar una de ellas.

Alejandro se paso la mano por la frente. La noticia era incomprensible, pero al mismo tiempo aterradora. Él tomo la botella de vino blanco y comenzó a llenar de nuevo la copa de cristal hasta el borde.

-Nadie va decirme si puedo o no puedo hacer algo, ni el sánscrito, ni el Corán, ni la biblia, ni el mapa estelar de Galileo, ni los monjes de la corte. Absolutamente nadie va a decirme que tengo que hacer, me escuchaste ¿Me escuchaste Ana? Nadie, ni tú, ni los monjes, esa decisión es mía, solo mía.

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