El primer recuerdo oscuro que tengo de mi niñez es el del mi cabello, mi cabello fue siempre corto, cortísimo nunca he visto a ninguna niña con ese corte tan horrible, me da vergüenza solo mostrar las fotos, un corte de cabello masculino, mi padre le molestaba la idea de que yo fuese mujer, le incomodaba mi género y le prestaba poca atención, mi madre me decía indiferente "él es un machista no le gustan las mujeres", mi padre trato de habituarme a lo que le convenía, a lo barato sin muchos colores brillantes, a lo simple, a lo que se puede remplazar fácilmente como el corte de pelo, un corte de pelo muy económico para evitar gastos y piojos. Cuando yo salía del baño mi padre me peinaba, yo estaba frente al espejo y con una peinilla comenzaba a llevarme el poco pelo que tenia para atrás, todo para atrás, una y otra vez, varias veces, me llegaba a lastimar pero yo trataba de soportar el ardor en la piel sólo para acabar más pronto, al final cuando me miraba al espejo estaba peinada como un hombrecito blanco y serio.
Sin embargo cada vez que yo me bañaba me media mi cabello, el cabello comenzaba en la parte más alta de mi oreja, pero con el tiempo iba avanzando hacia mis pecas, luego a mis mejillas, luego un día en la ducha pude tocar un mechón de pelo con los labios, que felicidad tan grande, creo que pocas veces en la vida he sido tan feliz, me lavé el cabello con champú y me dejé el mechón más largo de pelo en la boca. Así de triste es la felicidad de los que no fuimos felices casi nunca, nuestra felicidad viene de lo mínimo, de los secretos, de la noche, del silencio, de la oscuridad. Mi padre que muy poco me hablaba y que nunca mostró verdadero interés en mi personalidad me vio salir del baño en silencio y me dijo:
"Si pierdes el año, te rapo" yo tenia ocho años. Nunca perdí ningún año en la escuela para poder tener el cabello largo. Tuve que ganarme el derecho a tener el cabello más allá de los labios.