Ahí estaba el auto.
Ahí estaba el auto esa tarde, quizás la mejor tarde del año, la mejor tarde en siete años de mi vida, la mejor tarde fría y tranquila que llegó a mis pies por un maravilloso error del universo, que un día te da lo que quieres, y otro día te lo quita, así de la nada, sin razones, sin avisos, sin carta de despedida, sin abrazo de hasta luego. La ley inviolable escrita en piedra de "aquí nada es tuyo y nada es permanente" todo es prestado para nosotros los hijos de los primeros hombres de este planeta solitario y peligroso.
El dolor y la felicidad se mezclan tantas veces que me embriaga el sentimiento hasta el cuello, me levanto y camino en el espacio vacío de la carretera, dios parece que no es de noche, siento que veo el sol, parece que no hay aire, parece que todavía escucho los golpes en las escaleras, mis risas por todas partes, como duele recordar, como duele tener esa memoria impecable dentro del corazón, la maleta, ¡ay la maleta!, recuerdo la maleta llena de ropa, camisas que ni siquiera doble con cuidado, solo me quería ir, ¡vamos! ¡vamos! ¡vamos! ¡larguémonos a la porra! me río, me sigo riendo igual que aquella tarde, esa misma risa sale por mi boca fría ahora en medio de la calle, estoy parada aquí, sola, con el poste de luz y los autos de los vecinos como testigos de mi melancolía, dos vecinos me saludan sin saber que pasa, luego, sigo escribiendo en el celular como si nada con las manos heladas, ese día la carretera estaba sola, sola y tranquila, no había hojas, y el cielo era blanco, yo no llevaba abrigo, lo había dejado colgado en el clóset, ¡ay olvidé el abrigo! que risa me da recordar todo esto, a nosotros, los locos que fuimos esa tarde, nosotros que justamente no somos tan locos, o si, o no.
Todos hubieran querido ser yo ese día, pero la que se iba a quedar dormida en el auto era yo. Salí corriendo de la casa con casi nada de tiempo, quizás todo era igual, todo menos una cosa: me sentía viva, porque a mi la vida no me gusta demasiado pero contigo me gustaba vivirla. El vecino se estaba quejando solo del porque no le crecían los tomates que había sembrado en el mini huerto, y nos miro desde su jardín, y es que como no nos iba a mirar si yo me había encargado de azotar la puerta para correr a abrazarte bebe, si es que tu olor me fascina, ¡ah! volver a ser joven y estúpido, ¿hace cuánto no éramos tan jóvenes y tan estúpidos? Creí que la estupidez de la juventud era una de esas cosas perdidas que no quería volver a encontrar, trato de volver a sentir el olor de tu piel tibia pero no consigo sino respirar el aire helado de la calle oscura debajo del poste de luz en medio de una calle llena de autos, pasa un gato negro gordo bastante tímido y curioso de verme allí sentada sola en el andén, el gato francés camina apresurado para no ser visto y se mete a mi casa, las luces del auto estaban encendidas, la puerta abierta, te bajaste como un loco para abrazarme y yo iba corriendo justo a abrazarte, pero no sabíamos que íbamos a abrazarnos, dios cuanta bella estupidez, somos unos estúpidos, y mientras conversamos, me sacaste la maleta de la espalda, nos subimos al auto, y el vecino se quedo mirándonos desde el jardín al lado de sus tomates invisibles.
Doble la silla hasta que quedo como una camilla, yo tenia mucho sueño y tú no parabas de hablar, hablabas como si fueras la estación de radio de la BBC, estaba sonando Datf Punk como música de fondo de este recuerdo, mi banda favorita desde los trece años, yo estaba feliz, me estaba quejando dentro de mi cabeza de porque no te callabas y me dejabas oír one more time por trillonésima vez en mí vida, pero lo que terminé haciendo en realidad fue sacar mi brazo del cinturón de seguridad y acariciarte el cuello, vi como tus ojos se cerraban cuando te acariciaba el cuello, y luego veía como los abrías cuando me detenía, tenías ese tapabocas ridículo, que parecía para una niña, me daba risa mirarlo, compraste ese tapabocas a última hora en un supermercado porque se te olvido llevar uno, y te paso varias veces y había una colección de tapabocas de niña colgados en la pared, yo solo me podía reír, porque los míos eran totalmente serios parecían máscaras de guerras nucleares, sin embargo lo que salió de mi boca fue "Ten cuidado no quiero morirme aquí" soltaste la carcajada, me reí al escucharte reír, y de que hiciste el gesto de "soy una mala imitación de Ana" Luego empezaron a sonar una a una todas las canciones del disco de Daft Punk, ¡lo habías puesto! ¡es que acaso le pones atención a todo lo que digo! se como un hombre normal y finge poner atención, me reí en medio de la calle oscura sin darme cuenta de que había roto el silencio del vecindario, no, no es verdad, me encantaba que fueras tan bueno escuchando, creo que eso se quedará en mi para siempre, esa manera tuya de escucharme se convertirá en mi manera de escuchar a los demás, a los demás que me importen claro, a los nuevos como tú, que no son tú y que tienen que ser mejor que tú en todo, para empezar los nuevos como tú no me tienen que dejar. Me dio rabia, miro hacia el piso de la calle y froto mi zapato contra el pavimento, el gato gordo negro asoma la cabeza desde el portón de mi casa curioso por saber que es lo que yo estoy haciendo allí sentada en el andén sola con el frío tan terrible que nos visita esa noche.