21 Feb
21Feb

Llegar al apartamento de Carolina era un viaje mental muy extraño. Generalmente mi abuela iba conduciendo el auto, y ambas solíamos hablar de todo lo que se nos ocurriera antes de que ella hiciera su parada cerca del semáforo y me dejará en la esquina del edificio.
-¡Te quiero eres la mejor abuela!
-¿A que horas te busco?
-A las seis, acabamos a las seis como siempre
Yo subía las escaleras grises y abría una puerta transparente, el vigilante estaba dispuesto a hacerme perder diez minutos con las mismas preguntas innecesarias, caminaba hasta el ascensor, y si no estaba sola, esperaba hasta que lo estuviera. Soy claustrofóbica, detesto los espacios pequeños con mucha gente. Bueno, yo detesto a la gente también.

Carolina dejaba la puerta abierta del apartamento, cuando yo llegaba en el ascensor solía verla con el cabello mojado, ama bañarse, le encanta estar limpia todo el tiempo, adora la ropa blanca, porque todo es blanco en su armario. A penas sonrió al verla, cuando yo tenia quince años era la persona más indiferente del mundo, paso a la sala, me tiro en el sofá, ella me mira y se va a la sala contigua para sentarse en el computador de escritorio mientras yo le hablo al techo.
-¿Que estas haciendo?
-Escribiendo y revisando mi correo
Escucho el sonido de los mensajes del msn varias veces. Me siento en el sofá para ver la pantalla del computador desde lejos sin tener que levantarme, puedo ver una parte muy clara de una imagen jpg abierta en la galería, es la mitad del rostro de una cantante canadiense.
-¿Revisando si Avril Lavigne te mando un email?
Carolina se ríe.
-¿Que estas haciendo tú?
-Estoy hablando sola, yo soy como el ruido de un televisor prendido, soy el ruido de fondo de la vida
-¿Estas mirando por la ventana?
-Si me gusta el cielo, el parque se ve muy tranquilo
-El silencio no es lo mejor de este apartamento
-Míralos, sólo míralos allí con sus vidas miserables, más de uno estará con algún problema grave, quizás sin solución, otros pondrán buena cara para vivir este día pasando por esta calle junto al edificio y allí van en su rueda, en la rueda de la rutina de la normalidad...
-¿Las personas? ¿los transeúntes?
-Si, los estoy mirando, todos tan tranquilos, casi que puedo leer sus pensamientos "voy al banco y después tengo que pagar el recibo de la luz" "¿yo le deje comida y agua al perro?" "tengo que ir a cortarme el cabello mañana" "¿llevo la plata del bus?" "el fin de semana es el cumpleaños de Carlos, habrá que preparar la lasaña que tanto le gusta" "hoy tengo examen de calculo", y así va la vida, aunque la gente cree que tiene tranquilidad cuando lo que en realidad tiene es resignación ¿no?
-Puede ser
-Habrá que ponerles algo de emoción a sus vidas tercermundistas, hay suficiente estrés en este país pero no hay buenas historias ¿que tal si alguien salta del edificio? El suicida inesperado como en un dia normal en Nueva York
-¿Tú?
-¿Yo? ¿te parezco alguien con baja autoestima? No me gusta la vida pero me gusto yo
-Te gustas mucho
-Si es verdad, alguien que se gusta mucho no va saltar del último piso, sin embargo...
-Sin embargo...
Un grito estridente y terrorífico estalla en la sala en plena tarde tranquila de verano sudamericano. El grito dura casi un minuto, un grito sacado de una película de terror de los años sesenta, cuando Drácula llega durante la noche para morderle el cuello a la mujer que esta dormida, esta se despierta y grita al ver los colmillos del feroz vampiro. El grito termina y la gente levanta la mirada buscando a alguien en las ventanas de los edificios. Me tiro al sofá rápidamente, tomo una bocanada de aire, y suelto una carcajada.
Carolina se ríe.

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