Cuando era niña solía ver a la familia como algo diferente.
Como un castillo de piedra amarilla, con grandes rocas pesadas bien talladas, con muros enormes, ventanales de colores, un enorme terreno verde, y un cielo azul como bandera. La familia parecía algo eterno, firme y antiguo. Parecía que todo podía cambiar, ir y venir, aparecer y desaparecer, elevarse y caer, pero no mi familia. Mi familia parecía estar escondida del tiempo, parecía ser resistente a todo y a todos.
Ahora qué he crecido, esa ilusión tan bella se esta desmoronando.
He empezado a ver las grietas en la pintura, el desgaste del lienzo, el polvo del tiempo, la fragilidad de los recuerdos y los pasos cojos del amor.