¿No he dado suficiente por tu ambición? Él me lo arrebato todo, hizo a mi hija empuñar una espada, a mi adorada hija, la heredera de mi trono, a la princesa de mi reino. He amado a mi pequeña desde el momento en que abrió los ojos, hasta el momento en que él se los cerró. No quedó nada. El fuego redujo mi corazón a cenizas. Yo soy un montón de piedras, madera y polvo, todo pensamiento de gloria se desvaneció, tendría que nadar en un mar de sangre de héroes. Fue él quien vino a arrebatarme mi libertad, a ponerme de rodillas antes de que esta guerra obligará a nuestros hijos a convertirse en hombres. Conozco todas las historias, y él no perdonó a nadie ese día, prendió fuego a todo, escuché fue como asesinaban a personas inocentes, personas que yo había protegido por tanto tiempo. Las murallas estaban derrumbándose, el imperio se desmoronaba, él atacó su propio hogar, y yo me enfrenté al ataque en las filas de soldados confundidos entre los gritos de las mujeres y los niños, resistimos como pudimos. Pero nos atacaron por la espalda durante una tormenta en invierno, fue alta traición, no pudimos hacer nada, me encadenaron en una cueva profunda en dónde subía poco a poco la marea, tras años estuve atrapada en una prisión de esclavos griegos, me abandonaron y me dieron por muerta. Yo dormía en la mismísima boca del infierno. Debía morir en el momento propicio, él me crió como un cerdo para el matadero. Pero luego de muchas noches en silencio me encontraron sacerdotes, magos y místicos, me envolvieron en gasas timerías empapadas en antiguas pociones y me dejaron vagar por el desierto ciega. Sentía la brisa mezclada con la arena que me rozaba el cuerpo y la luz del sol ardiente en mis pies, me levanté cuando todo se derrumbó, tantas veces, y tan sola. Hasta que en un delirio de sed y calor dejé pasar de largo las miradas ausentes, las almas vacías y las oscuras criaturas que moran en los corazones de todos los hombres. En esa oscuridad me abandoné por completo a un poder, tan fuerte, que al emerger, ninguna parte de la mujer que fui había sobrevivido. Ese día juré regresar a Grecia solo para verlo arder en llamas.
Parpadee, miraba la ventana abierta y en ella entraban las luces de la ciudad. Esa fue una de las noches en las que estaba en la cama cuando me apretaba la boca con las manos heladas para ahogar el gemido de dolor de todo el llanto, de tantos días llorando escondida en baño, escondida en el cuarto, cuando me sometía al hambre desesperada para que el corazón me dejara de latir. Si, yo caminé por ese desierto. Soporté tantas veces azotadas de puertas en mi cara. Soporté otras mujeres. Soporté como me gritó delante de todos. Soporté como me abandonó después de salir del trabajo y lloré delante de todos los que entraban en el centro comercial de Unicentro porque llovía en Bogotá. Soporté como me gritó en la calle "Me das vergüenza" soporté que una coca-cola se volviera una razón para humillarme. Soporte leyes injustas porque yo era para ti, un fastidio, era débil y un estorbo. Yo me aguantaba las lágrimas cuando me insultaba, me daba miedo llorar y que con sus palabras me hiriera todavía más. Soporté que me quitara mis pasiones, el arte estaba prohibido, para él el arte era ridículo, así que me lo arrebato de la vida sin más. Yo tenia prohibido quejarme, tenia prohibido equivocarme, tenía prohibido hablar de escritores que me gustaban porque esos hombres no eran él. Yo sentía que todo conmigo estaba mal. Me abandonaba a la primera oportunidad en la calle, yo me sentía completamente sola y despreciada. Tenía que hacer lo que él quería, en el momento en que él lo quería. Lo que yo pensaba nunca se tuvo en cuenta, el sometimiento fue injusto e innecesario. Estaba en una relación pero claramente no para pensar, decir lo que pensaba era siempre una mala idea, era un derrumbe de esperanzas, un ataque dirigido a la humillación, que se volvía una bofetada o de una mirada de desprecio. Soporté llamadas diciendo "No voy a ir" en navidad, soporté pararme en frente de una ventana en el trabajo y llorar una tarde de soleada. Soporté lloradas en el baño de la oficina. Soporté peleas en el cuarto. Soporté que se fuera con otra la misma semana que me dejó. Soporté que se la cogiera sobre las sábanas nuevas, otra mujer una víbora que saborea su semen y que yo mató con mis pies cuando me plazca. Soporté correr por una autopista a la media noche con dos latas de aerosol para hacer un graffiti y en el que media ciudad escribió "Te amo" como respuesta. Soporté que me escribiera nombres que no eran el mío cuando me extrañaba. Soporté que me restregara sus fotos con la nueva a las doce de la noche en año nuevo, soporté abandonos en las embajadas, soporté que todos se burlaran de mí en Facebook, soporté ver a mi mama llorando encerrada en un baño del banco.
Quise cerrar los ojos tantas veces. Soporté mentiras una tras otra, golpe tras golpe en el pecho que me tiraron al piso en una noche sin luces, en donde lloraba de rodillas en Venezuela después de pasar todo el día en la playa. Lloré sola con la frente contra en el suelo, mientras caía un aguacero y me mojaba la espalda, rezando para que ese dolor se apagará como la pantalla de mi iPhone con una imagen de Anderson y ella en Europa.
Ese hombre se había transformado en el símbolo de una detestada zona de mi alma. Yo agonicé con él, yo morí con él, yo de algún modo me he perdido con él; por eso fui implacable.
Nunca pude aceptar que amara a otra, la mujer que eligió nunca fui yo. A mi me reemplazó. Pero yo no había venido a este mundo a ser el segundo plato de nadie. Ese no era mi destino. No iba con mi elocuencia seguir ese juego, porque a nadie yo le ruego, por eso dije: Adiós. Jamás regresé, pasé mucho tiempo preocupada sin poder dormir mientras él la hacía feliz a mi me tocó beber el trago amargo de mentiras e indiferencia, el veneno de un escorpión egipcio me recorría mi cuerpo cada vez que lo escuchaba hablar de amor. Le dio todas las canciones que alguna vez me cantó, le entregó todo lo que yo construí alguna vez para nosotros dos. Todo. Yo lo perdí todo. Fue tan malparido que es imposible no escribir la palabra, él había demostrado que era un traidor, le sobró cobardía y le falto decencia cuando me contó llorando como la besó esa noche cómo se acostó con ella. Me da escalofríos cuando empiezo recordar que a pesar del tiempo, a pesar de todos los errores que él ha cometido sigue siendo el mismo hombre soberbio y cruel de toda la vida, incapaz de reconocer sus propios errores y capaz de sacrificar a los demás con tal de no retroceder. No solo me hizo sufrir, sino que me obligó a sufrir, lo cierto es que nunca me quiso, sino que por el contrario me odiaba, me odiaba de tantas maneras posibles, con un odio tan profundo que me atacó una y otra y otra vez, él nunca se detuvo, él adoraba verme sufrir con una pasión enferma. Entre más lloraba, más continuaba, no hubo piedad o por lo menos no para mí. Cada vez son menos las cosas que me atan a este lugar. Nunca volveré aquí. Dejé Facebook permanentemente un día de febrero porque ya no creía en un final prometedor.
Las personas no se alcanzan a imaginar todo el daño que pueden hacer cuando no aman. Eso fue lo que pasó cuando abrí los ojos, cuando pude ver todo el daño, todas las ruinas de mi palacio. Quemé todas las flores que me había regalado, quemé las cartas que me había escrito, destruí todos los regalos que recibí, destruí uno por uno. Fui construyendo otra vez mi imperio, sola, piedra por piedra. Con mucho dolor y cansancio. Un poco cada noche y con un esfuerzo inimaginable. Yo no tenía todas las respuestas pero tenía que hacer algo, sentía que tenía que comenzar otra vez. Las personas comenzaron a salir de sus escondites entre las ruinas y yo me adentraba más y más, ellos me miraban, comencé a representar toda esperanza, encontré a mi hija en el suelo rodeada de gente con un vestido blanco, parecía dormida, yo creí por muchos años que mi hija estaba dormida. Cuando caí de rodillas fue para levantar el cadáver, lloré con un dolor tan hondo como anclado a mi alma, que superó muy fácilmente otros dolores pasados de mi vida. Esa niña era el sueño que yo había arrullado por años, un sueño que me unía a él. Entendí, que tenía que abandonarla si yo quería liberarme de todo el dolor, y finalmente de él. Sentí el cuerpo de mi retoño contra mi pecho mientras caminaba, sentí su cabello tibio rozarme los labios, las lágrimas se perdían entre las gotas de lluvia, levanté la cara y hablé con una firmeza digna del ultimo emperador romano después de sobrevivir a la caída de Roma.
"Vamos a levantarnos los que quedamos. Seguiremos adelante más allá del mar, iremos despacio porque estamos cansados de la guerra, pero seguiremos adelante no nos quedaremos aquí"
Cubrí a mi hija, y la sepulté bajo la sombra de un árbol de flores blancas. La dejé ir, al fin. Dejé ir al amor que había escondido tanto tiempo para seguir buscando, yo tenía que seguir con todo ese el dolor por dentro que me quemaba los huesos, pero no podía rendirme faltando tan poco para encontrar al amor verdadero. Pasará lo que pasará, no iba a abandonar a mi alma gemela, porque ella no lo merecía. No era justo. Si yo nunca la encontraba no iba a ser porque me rendí a mitad del camino, no, eso nunca.