12 Sep
12Sep

Mi agónico intento por escribir se parece más a una arrastrada veloz y peligrosa de mi cuerpo sujeto por las manos a una locomotora industrial que va completamente a la deriva hacia un puente frágil y roto en Arizona. 

Son tantas cosas diferentes que pasan por mi mente cada hora y diariamente, que es realmente difícil tratar de detenerlo todo de golpe en mis ataques de pánico cuando siento que voy hacia ese precipicio, porque no sé cuando exactamente mi vida adquirió una velocidad tan estrepitosa, tan intensa y tan bestial. Siento muchas veces que no tengo las fuerzas suficientes para detener el ritmo de mi propia vida. Esta, mi propia vida parece ser más fuerte que yo, o he sido yo quién sea debilitado mientras vivía esta, mi vida.

A veces, logro subirme a la locomotora.

A veces, logro caminar por los vagones buscando qué o quién puede ser el culpable de ese incremento de velocidad, y así evitar el desastroso final. Pero son tantos los pasajeros que ahora van adentro, que es difícil no verme abrumada por ellos todo el tiempo. El trabajo, el reloj, la comida, la comida que se venció, las compras en las tardes, las compras en las noches, el orden, el desorden, la falta de tinta en la impresora, las cartas en el buzón, los amigos, el antivirus, el alemán, la familia, el internet, las facturas, los estudios, los libros terminados, los libros sin empezar, la laptop, el cuadro que falta por colgar, los platos sucios, actualizar el software, las enfermedades de antes y las enfermedades de ahora, el francés, las cicatrices, las promesas de hace diez años, el futuro, los viajes, las perdidas, los regresos, la ropa sucia, la sed, el jabón antibacterial, el cansancio, la taza que se rompió, el corte de cabello, el descanso, la dieta, el dolor de cabeza, el amor, las mentiras, las llaves, las responsabilidades, la operación, el hambre, la tristeza, el deporte, Twitter, el arte, el psicólogo, el despertador, el invierno, el estrés, la empresa, los sueños viejos, los sueños nuevos, el ingles, la tarjeta de crédito, el miedo, la lluvia, la soledad, los hijos de puta, la tarjeta de debito, el seguro social, el PayPal, los robots, las instrucciones del la aspiradora, la punta de los lápices, las ratas, los mosquitos, los medicamentos, el blog, la cita con el medico, la vacuna, las pulgas, la ansiedad, la frustración, la autobiografía, la ropa rota, los diplomas, los intentos fallidos, las caídas, las cuentas, los gastos, las alergias, el perro, el gato, la librería, la embajada, el piano, los vecinos, el trafico, el café, la infección, los amantes, los golpes, la suciedad, los mensajes sin leer, los traumas, la música vieja, la música nueva, las llamadas perdidas, el asma, la ropa doblada, las risas, la biblioteca, los exámenes, el banco, los contratos, los juegos, la pintura, el yoga, el verano, la naturaleza, los cumpleaños, la renta, Ikea, la maternidad, la bicicleta, las fotos, las manchas, cepillarse los dientes, los abusos, las apps, el avión, el miedo, el taxi, el almuerzo, la cena, la economía, el tapabocas, dios, el auto, el auto averiado, el racismo, la vejez, las flores, el baile, el peligro, los piercings, los bocetos, la tablet, las bromas, los robos, la lista de cosas por hacer, los tatuajes, las video llamadas, el dentista, la reunion, el mar, el feminismo, el teatro, la ducha, la opera, el fin de semana, los exs, la ternura, el museo, las quemaduras, el insomnio, la buena compañía, la política, el retiro, los regalos, la jardinería, los caminos, las discusiones, los bloqueos, los imprevistos, el covid, lo urgente y lo importante.

No sé si lanzarme por una ventana del vagón o simplemente comenzar a reír o a llorar. Sigo todavía en este tren a toda maquina hacia ninguna parte. "¿Cuántos años mas voy a seguir así?" Pienso aterrada, quiero que frene, quiero que deje de ir a ese ritmo monstruoso, entonces busco desesperadamente en el vagón principal, pero no encuentro las palancas, no veo los frenos, y no soy tan fuerte para detenerlo sola, así que por un momento quisiera saltar. Me acerco vacilante pero ansiosa por dar un salto hacia ventana y querer creer que, allá fuera voy a encontrar algo de paz, quiero estar afuera de la maquina, fuera de todo esto que no necesito. El deseo de paz me inunda y me saboreo los labios de pensar que mañana va ser diferente, toco la ventana hipnotizada por el espejismo del triunfo.

-No te rindas Ana, no te vayas a rendir ahora, después de toda la mierda que has aguantado para llegar hasta aquí.-

Esa voz. La voz de todos.


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