25 Feb

EL COMIENZO DEL AMOR.

Abrí mis ojos.

Estaba con mi pijama en la cama de mis abuelos y la música seguía sonando. Los adultos seguían despiertos porqué yo escuchaba todas sus voces. La brisa fría entraba por la ventana en una noche sin nubes y llena de estrellas diminutas. Me bajé de la cama despacio dejando a un lado las cobijas, los juguetes de navidad y a Lucky un perro de tres patas de color negro y ojos brillantes color chocolate caliente qué hacia de mi niñera esa noche.

Caminé descalza por el pasillo hacia las escaleras.

Me escondía siempre en aquellas viejas escaleras para ver a los adultos bailar en noche buena. Ese ritual qué usan las parejas desde qué se invento la música para dejar ver momentáneamente a otros su amor y su lenguaje secreto. Las parejas que conformaban mi familia me intrigaron desde qué yo era muy pequeña.

Mi abuela y mi abuelo estaban bailando juntos, mi abuelo era un sonriente hacia el todo y hacia la nada, con sus manos en el aire, haciendo aplausos como si estuviera en un escenario con sus zapatos de salsa, luego abrazaba a mi abuela y daban vueltas y seguía sonriendo; y mi abuela tenia una expresión muy seria, con sus ojos cerrados, muy concentrada en la canción, como olvidándose del dolor, haciendo sus pasos clásicos de confianza, como queriendo qué la música nunca dejara de sonar.

Luego estaban mi papá y mi mamá, ambos muy serios mirando en diferentes direcciones mientras bailaban, y creo yo, también miraban en diferentes direcciones en la vida, sin hablar y sin cruzar miradas, nunca los vi reírse juntos, siempre se reían por separado, era como si se odiaran secretamente. Con su ropa ejecutiva de banco en navidad, colores fríos, botones, y un trato administrativo mientras bailaban. No habían besos. Seguían el ritmo de la canción, y daban pasos muy coordinados pero su abrazo era bastante frio y distante mientras daban vueltas.

Luego estaban mi tío Carlos y Miriam, mi tío bailaba separado pero la miraba muchas veces a la cara, la tomaba de las manos, y mi tío la hacia reír con sus gestos, sus muecas y sus chistes improvisados, él le hablaba, Miriam era más seria y trataba de seguirle el paso. No vi ningún beso. Mi tío la hacia dar vueltas pero ambos se reían en tiempos diferentes de la canción.

Luego estaban mi tío Cristian y Marcela, mi tío Cristian era como romántico, porque la abrazaba con fuerza, recuerdo que le ponía sus manos en la espalda a ella y se jorobaba por su estatura, Marcela lo abrazaba, se besaban y muchas veces hablaban mirándose y sin mirarse mientras bailaban, cerraban los ojos y se concentraban en la canción, y otras veces se miraban y se reían mientras daban vueltas muy suave.

Luego estaban mi tía Carolina y Enrique, tenían la misma estatura, pero no la misma coordinación, mi tía le miraba los pies a él tratando de enseñarle a bailar, y Enrique le miraba los pies a ella tratando de entender como bailar, hablaron durante todo la canción, se miraban mucho y se abrazaron, mi tía Carolina era sonriente, graciosa, divertida y Enrique usaba del paso de Pedro el escamoso por la obsesión que él tenia con esa novela, y mi tía Carolina se reía más. No daban muchas vueltas, no se daban muchos besos.

Luego estaba David, que llevaba una novia diferente cada navidad. Esta qué había invitado era nueva, no recuerdo su nombre, y como siempre David era un muy buen bailarín, y su pareja nueva también lo era, los dos seguían el ritmo de la canción, David parecía mirarlas a todas con la misma ternura, hubieron muchos besos, muchas vueltas lentas, un abrazo muy largo, una mirada muy larga pero palabras muy cortas.

Tras un suspiro navideño, me puse de pie para volver a la cama en silencio. 

Era un dulce misterio saber con quien bailaría yo en el ocaso de mi vida, solía desear saber la respuesta con más fuerza en noche buena qué en cualquier otro día del año, porqué diciembre siempre estuvo lleno de magia para mi, no me imaginaba a nadie en especial, no quería perderme la sorpresa, lo qué quería saber era el nombre.

Pero aún no era mi momento de debutar en el amor, faltarían muchos años para qué yo entrará a la Arena en Roma e hiciera sonar mi acero, pero con todo lo qué mi familia me mostraba, mi corazón ya comenzaba a elegir lo qué quería, y lo qué no.

Fin.













Sólo mirarlos ya me hacían sentir frio, distancia y quizás miedo.









 Mi abuelo siempre dejo qué mi abuela mandara en todo, incluso le tomo gusto a sus ordenes, dejaba que mi abuela le sacara plata de los bolsillos de los jeans, y se reía, le regalo gatos porqué sabia que ella los adoraba, él siempre tuvo más la energía de un espíritu libre en un bosque qué de un señor de sociedad. La corbata y el maletín de negocios simplemente no iban con él. Un hombre sensible, amante de las películas viejas, la limonada, el bocadillo con queso, de los ingleses, de los carros clásicos de cuba, y de salir en chancletas cuando nevaba. Mi abuela por otro lado le gustaba mandar, hacer planes, organizar viajes era su terapia comprar cámaras y hacer millones de fotos, y es que todos tenemos fotos en la casa de los abuelos, poco a poco le tomo gusto a crear memorias, y se le daba de maravilla, tenia un don nato para eso, pero nunca dejo de lado la responsabilidad y la realidad. Amante de manejar, cambio de carro muchas veces, pegándole a todos los que tuvo el sticker de Canadá en el baúl, siempre fue una gasolinera de corazón, vanidosa, y la única amiga de todos los médicos y cirujanos de la ciudad.







Comments
* The email will not be published on the website.
I BUILT MY SITE FOR FREE USING